Los momentos más difíciles que debe afrontar un ser humano en la vida, se presentan en lugares como: el hospital, la cárcel o la funeraria; es en estos momentos difíciles donde muchas veces conocemos y aprendemos quiénes son nuestros amigos y así mismo, la mayor parte de las veces no sabemos qué decir, cómo actuar, o acompañar, porque el tema de la muerte “no es de nuestro interés” o por que le tenemos miedo.
Lo ideal es no pensar en qué palabras decir, solo estar dispuesto a escuchar con atención, sin interrumpir, ni juzgar , sin opinar, eso sí, evitando tomar una actitud pasiva (de no hablar, o decir aquí estoy por si quieres hablar), se recomienda tomar la iniciativa de entablar una conversación con preguntas abiertas, para que el doliente exprese su dolor y nos relate lo sucedido, la mayoría quieren contarlo minuciosamente; por ejemplo, si fue una muerte violenta, nos dan información de cómo sucedió y cómo quedó el fallecido, es ahí, dónde se debe escuchar sin evadir el tema, es un punto clave donde el doliente puede desahogarse de la angustia y del miedo que vivió; de esta forma está liberando sentimientos.
Usar frases cómo “la muerte conduce a un alivio”, “él está en un lugar mejor”, etc. no son adecuadas en este momento, aunque en algunos casos, sean verdad. Estas palabras se pueden decir en otro momento, donde el doliente no esté en la primera etapa de duelo, que es el shock o embotamiento emocional, donde la mente y el cuerpo no están conectados. La forma de salir de ese aturdimiento es hablar de lo sucedido, al hablar organizan sus ideas y oxigenan su mente.
También se debe evitar usar las frases: “No llore porque no lo deja descansar, Dios no le manda cargas a quien no las puede soportar”; ya que ninguna persona está preparada para afrontar la pérdida de un ser querido, se debe permitir llorar y si es necesario, gritar, ya que así, las personas desahogan su dolor, ya que lo que la boca calla, el cuerpo lo manifiesta en una enfermedad a corto plazo; por eso es importante dejar llorar, las lágrimas limpian el alma; el duelo se vive hablando y llorando.
En vez de usar y decir la frase típica de “sea fuerte”, así la o las personas sean fuertes y valientes, siempre van a necesitar de una mano amiga que los aliente, ayude y oriente a seguir adelante, que les enseñe a llevar el duelo con inteligencia, a aceptar que la muerte hace parte de la vida, y que cada día vivido es un día menos de vida que les queda, que la vida es un viaje lleno de aprendizajes y nuevas experiencias; en este momento deben aprender a vivir sin su ser querido, continuar, y así mismo, darle un nuevo sentido a su vida.
En bastantes ocasiones nos damos cuenta de que un amigo, compañero de trabajo o familiar está en el proceso de duelo, con este artículo, los invitamos a que tomen la iniciativa de acercarse a ellos, escucharlos, comprenderlos y brindarles esa mano amiga.
Para terminar, les compartimos esta frase:
“La mayores satisfacciones en la vida provienen de abrir el corazón a las personas necesitadas y la mayor felicidad consiste en ayudar a los demás”
Elizabeth Ross
PSI. Claudia Elena Martínez
Asesor Familiar de Duelo Cali