Pasamos la mayor parte del tiempo que permanecemos despiertos junto a compañeros de trabajo forjando lazos especiales de amistad, confianza y hermandad; creando así un clan familiar distinto de todas nuestras demás relaciones.

El fallecimiento de un compañero de trabajo es totalmente sorprendente aun cuando se produce como consecuencia de una enfermedad, y ni hablar cuando sucede de manera intempestiva, donde resulta difícil de aceptar y sobrellevar que esa persona ya no está y se comienzan a experimentar sensaciones de ansiedad, dolor, tristeza, irritabilidad y algunas veces hasta sentimientos de culpabilidad, dependiendo de la cercanía y la relación con esa persona.

Sobrellevar esta pérdida depende de muchos factores, desde nuestras creencias personales hasta la presencia de otros factores estresantes en nuestras vidas. Para algunos el pensar en la persona fallecida puede dificultar la concentración en el trabajo por un tiempo breve, a otros puede resultarles difícil retomar el ritmo, lo que produce errores que a su vez trastornan el funcionamiento de la organización.

Una reacción emocional fuerte a la muerte de un compañero de trabajo puede influir de manera directa y a menudo negativa en la salud física; los sentimientos prolongados de profunda tristeza pueden afectar los patrones de alimentación, sueño y robar la energía necesaria para continuar con nuestra vida[1].

Hacer demasiado esfuerzo por no pensar en la muerte de un compañero de trabajo acarrea sus propias consecuencias, el duelo es un proceso natural que requiere tiempo; si se tiene dificultad para aceptar la muerte de un compañero de trabajo, un profesional de salud mental calificado como un psicólogo o terapeuta, puede ayudarlo a sobreponerse.

También pueden resultarle útiles estas sugerencias[2]:

  • Compartir nuestros sentimientos, los demás compañeros de trabajo pueden estar sintiendo lo mismo que usted. El apoyo mutuo puede ayudar a que todos superen el proceso de duelo.
  • Aprovechar los programas de asistencia al empleado, los consultores experimentados pueden brindarle apoyo y la estructura necesaria para ayudar a las personas y grupos a aceptar una pérdida y hacer los planes adecuados para las honras fúnebres y expresiones de condolencia a los familiares.
  • Encuentre a alguien de confianza con quien pueda hablar sobre la muerte y su respuesta.
  • Recuerde, el EAP (Programa de asistencia al empleado) si su empresa lo tiene, es totalmente confidencial y está disponible todos los días.
  • Hable de hechos del pasado que se refieran a la muerte, si es una experiencia personal con la muerte o algo que recuerde sobre el compañero de trabajo. Es bueno hablar sobre el dolor que se experimenta en un entorno seguro.
  • Establezca algunos hábitos saludables, tales como comer de manera sana, tratar de dormir lo suficiente y evitar hábitos poco saludables como recurrir a drogas o el alcohol para adormecer los sentimientos que experimenta.


Llevando a la práctica todo lo anteriormente mencionado, quiero traer a colación desde mi propia experiencia todo lo que se sucede, cuando fallece un compañero de trabajo, el impacto emocional y social que esto puede causar a las personas que diariamente departíamos en el ámbito laboral.

Hace 6 meses falleció de manera imprevista para todos nosotros, nuestro amigo y compañero Jainer Llerena conocido por todos nosotros como Jaime Llerena – “El Llere”, quien gozaba de buena salud, energía y una sonrisa que contagiaba a todos; lo que dificulta aún más el poder aceptar que ya no está.

Al fallecer nuestro compañero todos asumimos la posición de que “es mi fallecido”, que somos nosotros los que decidimos cómo y cuándo queremos que sea su funeral, entre otros detalles; entra a jugar ese lazo familiar que se crea por el hecho de compartir más horas del día con nuestros compañeros de trabajo que con la familia, empiezan a generarse grandes interrogantes y cuestionamientos.

Entonces caemos en cuenta de que no somos nosotros los que decidimos sino su familia, la cual manifiesta querer llevárselo para el pueblo de donde él era oriundo, realizar todo su funeral y cumplir el deseo que alguna vez él expresó muy jocosamente acerca del día de su muerte.

Para muchos de nosotros la decisión no nos tomó por sorpresa pues hace parte de lo que culturalmente se acostumbra en estos casos; sin embargo, esta decisión no fue recibida con total aceptación, ya que se opinaba que era mejor que fuera sepultado en el lugar donde pasó y entregó con pasión y devoción muchos años de su vida, para de esta manera poder seguir honrando su memoria y hacernos la idea de que aún continuaba entre nosotros.

Aceptamos la decisión de su familia y un grupo de compañeros partimos en caravana hacia el corregimiento de Rocha para acompañarlo a su última morada. Una experiencia totalmente diferente ya que sus costumbres distan mucho de lo que normalmente nosotros estamos habituados: procesión con el féretro por las calles y lugares específicos donde el fallecido frecuentaba, esto acompañado de música, licor y abundante comida.

Finalmente llegamos al cementerio y entre música y lágrimas, fuimos nosotros los que estábamos ahí, enterrando a nuestro amigo, fueron nuestras manos las que nuevamente taparon una fosa, pero no cualquiera, sino la de nuestro compañero para algunos, para otros la de su amigo y hermano, la de esa persona que hacía parte de esa gran familia que forjamos diariamente; luego retornamos con ese sinsabor y esa sensación de vacío inexplicable.

[1] http://www.healthadvocate.com/_mobile/downloads/communications-pdfs/eapmember/eap_dem-6FLY-SP-when-a-coworker-dies_ext.pdf.

[2] Tomado de la página web: https://www.apa.org/centrodeapoyo/sobrellevar.aspx.

PSI. Heidy Lilian Cuesta González

Asesor Familiar de Duelo Cartagena