Cuando fallece un ser querido se altera el equilibrio del sistema familiar, aún más cuando quien muere poseía bienes materiales y estos deben ser distribuidos entre los familiares que quedan, los cuales normalmente no suelen ponerse de acuerdo, tanto así, que aun sin dar el último “Adiós”, ya están discutiendo y alegando sobre a quién sí o no, le pertenecen los bienes de quien toda una vida trabajó y luchó para bríndales una buena calidad de vida.

Es triste ver cómo en vez de hacer un buen uso de los últimos momentos que se tienen con el fallecido, lo desperdician en disputas sobre bienes aun no adquiridos, que terminan desuniendo la familia, dejando de lado lo que realmente es más importante en ese momento que es: “La unión familiar”, el apoyo de unos a otros para poder sobrellevar la pérdida del ser querido.

En esta sociedad que se muestra con un alto índice de violencia; se ha vuelto común ver cómo los campos santos se convierten en campos de batalla, cómo actos solemnes terminan en riñas y en vez de ser acompañados por un cortejo fúnebre son custodiados por un cortejo policivo. Lo que nos lleva a reflexionar de que aquello por lo que trabajamos y atesoramos toda una vida, para dejar no solo un legado, sino un soporte económico para cuando ya no estemos; termine siendo el motivo principal de conflictos familiares.

Este proceso de duelo individual se produce dentro de un proceso familiar que lo circunda y con un importante trasfondo social. Así, las reacciones individuales están influidas e influyen en las reacciones de otros miembros de la familia, y ambas han de entenderse en relación al apoyo social existente y a los condicionantes socio-culturales imperantes.

El entorno, generalmente, no ayuda a resolver duelos, las soluciones y consejos intentados por las personas cercanas suelen ser: “supera esto cuanto antes”, “tienes que distraerte”, “sal y pásatelo bien”, “tienes otros hijos”, “te necesitan”, “tienes que cuidarlos”, “esto cuanto antes mejor” … Y la insistencia en que se supere rápidamente favorece que no pueda realizarse el proceso, que no se resuelva el duelo, cuando no hay espacio ni tiempo[1]. Los miembros de la familia parecen perder el norte y más si los fallecidos son los padres y es la sociedad la que empieza a presionar sobre la forma como se desarrolla el duelo.

Los conflictos familiares no son otra cosa que el reflejo de las dinámicas familiares no funcionales o desadaptativas y de la inversión de roles, que lleva a cada miembro de la familia a enfrentarse con las situaciones vitales de la única forma que conoce o ha vivido (adaptativa o desadaptativa)… esto se desplaza a los diferentes contextos socioculturales en los que se desenvuelven y pasan de las discusiones familiares a las riñas de barrio y finalmente se desenlazan en actos vandálicos; cabe resaltar que este suceso no distingue estrato social.

Psi. Heidy Cuesta González

Asesor Familiar de Duelo Cartagena