Es común ver casos en donde las parejas se separan; una situación sin duda muy complicada que se ve agravada cuando hay hijos de por medio.

La mayoría de las veces los pequeños no comprenden bien las razones de la separación de sus padres, lo que los lleva algunas veces a creer que ellos son los responsables de las peleas, discusiones y el posterior divorcio.

Es así como la tarea a la que se ven enfrentados tanto los niños como los adultos, es la de vivir el duelo, sea apoyándose en la asesoría de un profesional o compartiendo la situación con otros. Este momento puede ser más complejo en los niños ya que depende de las habilidades sociales, relacionales y redes de apoyo de las que se puedan valer para sobrellevar la separación. Aun así, es preciso que se trabaje en acciones de tipo cognitivo, emocional, actitudinal y relacional, todas encaminadas a la aceptación positiva de la pérdida.

De esta manera y una vez se inicia y desarrolla el proceso de divorcio se pueden presentar sentimientos y/o comportamientos en los menores que pueden ser normales en el duelo, sin embargo, es imperativo que los padres y el círculo cercano de los niños, niñas y adolescentes estén alertas frente algunas de las siguientes manifestaciones que no son del todo sanas, de forma que se pueda  intervenir de manera inmediata.

Si el niño manifiesta: tristeza persistente, dificultad para concentrarse, apatía, falta de interés, ansiedad, intranquilidad, desasosiego, irritabilidad, susceptibilidad o emotividad excesiva. También cansancio o poca energía;  pensamientos sobre temas de muerte, del más allá, de espíritus, etc… Si tiene dificultad para conciliar el sueño y, durante el día somnolencia; alimentación alterada que puede ser, o poco apetito o alimentación compulsiva; baja autoestima, síntomas depresivos de retraimiento y exclusión, o dichos síntomas se enmascaran con el “antifaz” de la “mala conducta” con acciones de violencia o agresividad, desafiantes y negativas o deseos de escaparse de casa; pueden ser indicadores o de la existencia de un duelo sin resolver o de una posible depresión. En cualquier caso, se recomienda acudir a un especialista para evitar que estos síntomas avancen o empeoren.

Cuando definitivamente la única solución es separarse, no se debe olvidar que los niños siguen vinculados a los dos padres, por lo que el camino realmente debe ser procurar que esa nueva realidad sea lo menos negativa; que los adultos eviten a toda costa inculparse entre sí, pelear o hablar mal el uno del otro frente a los niños; ponerlos en la situación de elegir con quién se quedará o convertirlos en el objeto de su descarga emocional. En definitiva, que aminoren los efectos colaterales tratando de hacer de ese proceso un paso de conciliación, con respeto y consideración por los hijos para que por encima de todo se sientan siempre amados y valorados.