La Música Como Bálsamo para el Alma y la Mente


La música ha estado presente en la historia de la humanidad desde tiempos ancestrales. Ha acompañado rituales, celebraciones, guerras, despedidas, nacimientos y duelos. A veces sin necesidad de palabras, ha sido capaz de tocar lo más profundo del ser humano, evocando emociones, activando recuerdos y generando consuelo incluso en los momentos más difíciles. ¿Pero por qué la música tiene ese poder? ¿Qué ocurre en nuestro interior cuando escuchamos una canción que nos conmueve o nos anima?

La música y el cerebro: conexión directa


Se ha estudiado cada vez más cómo la música influye en nuestro estado de ánimo, nuestros pensamientos y en el funcionamiento del cerebro. Lejos de ser solo un pasatiempo, la música puede convertirse en una herramienta de autorregulación emocional, en una forma de expresión y en un recurso terapéutico. Escuchar música activa muchas zonas del cerebro, incluyendo aquellas relacionadas con la emoción, la memoria y la recompensa. Por ejemplo, cuando oímos una canción que nos gusta, se libera dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer. Esto explica por qué ciertas canciones nos hacen sentir felices, motivados o nostálgicos. 
Adicionalmente, la música puede ayudar a regular el sistema nervioso. Las melodías suaves y los ritmos tranquilos pueden reducir el ritmo cardíaco y la presión arterial, mientras que los ritmos enérgicos pueden aumentar el estado de alerta y mejorar la concentración.

Música para sanar, recordar y conectar


Muchas personas encuentran en la música un refugio emocional. Escuchar canciones que reflejan lo que sentimos puede ayudarnos a desahogarnos, entendernos mejor y sentir que no estamos solos. También puede servir como una forma de expresar lo que no sabemos poner en palabras. Para quienes atraviesan momentos difíciles como una pérdida, ansiedad o depresión, la música puede ser un bálsamo que reconforta y calma. Si bien no reemplaza un tratamiento psicológico, puede ser un complemento valioso para gestionar las emociones.
Y es que la música trasciende culturas, idiomas, edades y condiciones sociales. Tanto un niño como una persona mayor pueden experimentar alegría, alivio o consuelo a través de una melodía. Para el caso de contextos de estrés, ansiedad, soledad o tristeza, la música puede ofrecer un refugio emocional accesible, acompañándonos sin juzgar, permitiéndonos liberar tensiones y reconectarnos con nuestro mundo interno.

En personas mayores, especialmente aquellas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, la música ha demostrado ayudar a evocar recuerdos y mantener la conexión con su identidad. En niños, la música favorece el desarrollo emocional y cognitivo. Y en todas las edades, puede fortalecer vínculos sociales, ya que cantar o bailar en grupo genera sentimientos de pertenencia y alegría compartida.

Para concluir, la música no solo alegra los días o acompaña momentos especiales: también puede ser medicina para el alma. Tiene el poder de calmar, motivar, sanar heridas invisibles y ayudarnos a reconectar con nosotros mismos. En un mundo donde el estrés y la ansiedad son cada vez más comunes, permitirnos momentos de conexión con la música puede ser un acto sencillo, pero profundamente transformador.

 

Referencias bibliográficas 
1.    Chanda, M. L., & Levitin, D. J. (2013). The neurochemistry of music. Trends in Cognitive Sciences, 17(4), 179–193. https://doi.org/10.1016/j.tics.2013.02.007
2.    Thoma, M. V., Ryf, S., Mohiyeddini, C., Ehlert, U., & Nater, U. M. (2013). Emotion regulation through listening to music in everyday situations. Cognition and Emotion, 27(3), 534–543. https://doi.org/10.1080/02699931.2012.740595
3.    Saarikallio, S. (2011). Music as emotional self-regulation throughout adulthood. Psychology of Music, 39(3), 307–327. https://doi.org/10.1177/0305735610374894


Aura Cristina Gómez Moreno
Asesora Familiar De Duelo
Psicóloga