El dilema de si los niños deben participar en los ritos de despedida tras la muerte de un ser querido (ir al cementerio, a las salas de velación, a la inhumación – entierro o cremación), es uno de los que más preocupan a los padres, cuando se enfrentan a una muerte en la familia y tienen que tomar decisiones sobre algunas de estas interrogantes:

  • ¿Puede traumatizar al niño/a ver a una persona que ya falleció?
  • ¿Deben los niño/as despedirse de esa persona?
  • ¿Llevo a mi niño/a al cementerio?
  • ¿Dejo que el niño/a vaya al entierro?
  • ¿Traumatizará al niño/a la visita al cementerio?


A veces es muy difícil tomar este tipo de decisiones sobre los niños, es normal que se plantee si están preparados para tener este tipo de experiencias, e incluso si estas podrían  impactarles o “traumatizarles”, ya que normalmente nos guiamos por lo que impacta a los adultos y la muerte lo hace.

En la cotidianidad de nuestro trabajo es común que los clientes nos consulten sobre si es adecuado o no que los niños acompañen los servicios funerarios, más aun cuando estos son muy pequeños. Son muy diversas las opiniones que tienen los familiares y allegados sobre la situación; pero finalmente es el cuidador directo el que tiene la última palabra.

Ahora bien, contextualizando la situación, la participación de los niños durante un servicio fúnebre se ve marcada por diversos factores: La cercanía con la persona fallecida (Consanguinidad, afinidad, vínculo afectivo), la edad, el comportamiento del adulto con respecto al momento, la percepción que tenga sobre la pérdida.

Desafortunadamente, los adultos obligan de cierta forma a que el niño muestre manifestaciones de dolor que tal vez este no siente, lo cual genera ansiedad y posiblemente un mayor impacto del que se debía generar.

En muchas ocasiones, durante los servicios se invita a la familia a que traigan a los niños  un tiempo corto, preferiblemente anterior a la salida del fallecido de sala, para minimizar el tiempo de acompañamiento y así exponerlos el menor tiempo posible, además se socializa con la familia la forma como deben recibir a los niños, sin presiones o bullicios, para identificar la reacción real de este, sin que se imite alguna conducta adulta; es decir; si el pequeño ingresa a la sala y no observa a nadie llorando o gritando, probablemente no lloraría; si lo hace, esta sería una respuesta real al sentimiento de dolor que le genera la pérdida.

¿A qué edad pueden participar los niños en los ritos funerarios?

Aunque no hay una edad óptima para que puedan entender los rituales que existen en torno a la muerte, los expertos consideran que a partir de los 6 años los niños pueden participar plenamente en cualquier ritual, porque tienen una mayor comprensión de algunas situaciones.

Si vamos a ir a una funeraria o cementerio, hay que explicarle con detalle al niño lo que va a ver, cómo son, cómo va a encontrar al fallecido, etc. Si no se lo explicamos con cuidado sí podríamos impactarles. Las explicaciones deben ser completas y sencillas, para facilitar que el niño anticipe lo que va a ver.

Cuando se llega a la sala de velación:

  • Explicarle al niño qué va a ver, cómo es, cómo será la sala, que la persona va a estar dentro de una caja, si la caja va a estar cerrada o abierta, si le han maquillado y por qué.
  • Anticipar al niño muchos de los comentarios que oirá, le explicaremos qué es el pésame, qué cosas suele decir la gente cuando se acerca, etc.
  • Explicarle al niño que las reacciones emocionales son normales y variables; que es muy probable que vea a personas llorar porque están tristes o reírse, que la gente estará seria y a lo mejor parecen enfadados.
  • Estar siempre cerca del niño y evitar dejarle solo. Si no pudiésemos atenderle, buscaremos otros adultos que puedan hacerse cargo de él en esos momentos. Si no vamos a poder estar con él, es mejor que se quede acompañado de otros adultos como tíos, abuelos, o personas de confianza con los que se sienta confortado.


Algunas explicaciones posibles:

  • Al entrar vas a encontrar muchas personas y vas a ver a…. dentro de un cofre o cajón de madera, parecerá que está dormido, algunas personas estarán llorando y otras con las caras muy serias porque están tristes. Si te sientes incómodo podremos irnos cuando desees.
  • En el cementerio hay muchos sitios donde están enterrados los cuerpos de las personas, porque su espíritu está en el cielo, son ángeles que nos cuidan, hay muchas flores y una iglesia donde podemos orar, es como un campo muy grande…


¿CÓMO COMPORTARSE CON LOS NIÑOS EN UN FUNERAL?

Si acudimos a un entierro con nuestro hijo:

  • Describir al niño qué es un cementerio y lo que verá en él.
  • Se debe explicar qué va a pasar, si verá una sepultura- tumba, si es un nicho- osario: qué va a ver y cómo es el procedimiento.
  • Si lo desea, puede permitir que haga, ayude o participe de algún homenaje, escriba una carta de despedida y le explicaremos en qué consisten si es que hubiera alguno (un responso, unas palabras, si alguien deja flores o si por el contrario se lleva alguna flor de las coronas, etc.) Anticiparemos las distintas situaciones que puedan darse.


Los niños y los funerales:

La participación de los niños en los rituales funerarios depende de dos factores muy importantes:

  • La decisión de ir o entrar (al cementerio, entierro, funeral) es siempre del menor: El adulto le explicará y responderá las dudas que tenga y será el niño quien tome la decisión. Si, una vez tomada, se percibe cualquier síntoma de incomodidad o malestar en el niño, preguntaremos si desea interrumpir la actividad y le acompañaremos fuera sin darle importancia, le explicaremos que es normal y que no pasa nada.
  • Estar abiertos a responder cualquier pregunta del niño, dejaremos en todo momento abierta la posibilidad de preguntar.


Finalmente, es de vital importancia resaltar que la participación de los niños en los rituales funerarios, permite que estos exploren de primera mano algunos aspectos relacionados con la muerte; los homenajes sirven tanto a niños como adultos para despedir a sus seres queridos. La madurez cognitiva permite que el infante tenga una concepción más amplia pero aún menos trascendente sobre lo que significa morir, diferente al adulto; lo cual lo blinda emocionalmente y mitiga el impacto de la experiencia directa.

La decisión de participar o no en dichos rituales depende directamente del menor y el adulto debe actuar como guía, respetando los sentimientos del niño y sirviendo como protector en el caso que este se sienta poco cómodo durante el proceso. De un buen acompañamiento del adulto, depende la adecuada o inadecuada percepción de la muerte que el niño tenga.

Psi. Stefanny Rodríguez Barrios

Asesora Familiar de Duelo Cartagena